jueves, 25 de noviembre de 2010

Circuido de estadios - Lolo Fernandez


Lleva su nombre en honor al futbolista Teodoro Fernández Meyzán, máximo ídolo del club y uno de los mejores futbolistas de la Historia del Perú.
Sin lugar a dudas, Teodoro Fernández, sintetiza todo lo que ha caracterizado a Universitario durante toda su historia: garra, pundonor, lealtad, sacrificio, visión y servicio.

Alguna vez este lugar estuvo abarrotado de gente. De hinchas, de personas que desde sus inicios alentaron a una sola bandera: la crema.

 Corría el año 1944, en el gobierno de Manuel Prado y Ugarteche, cuando el equipo merengue consiguió adjudicarse un terreno propio, el primero en la historia del Perú, dónde hacer sus prácticas y jugar sus partidos. 
Fue en el 1951 cuando grupos de jóvenes aficionados (alrededor de tres mil) pudieron observar por primera vez una práctica del equipo. Cada jugada, cada pase, cada gol.

Poco a poco el estadio fue fortaleciendo su construcción cuando en el año 1951, el estadio Nacional le donó las bancas de madera que poseía porque éste iba a ser remodelado. Asientos donde habían estado también hinchas pasaban a manos cremas. Tiempo después los hinchas del mayor equipo rival, Alianza Lima, atentarían contra sus instalaciones de manera violenta y rebosante, recuerdo que hasta la fecha se puede escuchar el en las barras más coreadas de la  tribuna sur.

Por el año 1966 hasta el 1970 el estadio sufrió algunos cambios: la tribuna oriente fue destruida y se construyó en ese espacio otro tribuna de estructura metálica y una tribuna sur con las mismas características. Además se construyó un museo que alberga los principales trofeos y rivales de la historia del mundo crema. El estadio estaba cada vez más preparado, ahora albergaba a 18 mil espectadores, 18 mil almas que observaban atentamente el correr de un balón en los pies de once jugadores que corrían hacia el otro extremo buscando la gloria.

En 1992 el equipo universitario jugó su último campeonato nacional en casa. Esa tarde se jugó contra el San Agustín y las tribunas estaban rebosantes de personas de todo Lima. En la cancha, esperaba el recordado José Carranza, un pase  por la izquierda del arquero indeciso. Una caída casi milagrosa, el balón rodaba al compás de las voces de la barra y ya estaba adentro. ¡Gooool! El marcador a favor y la gente al máximo. El equipo crema había ganado y el público estaba más que feliz. Luego dieron por última vez su vuelta olímpica en casa. No había una mejor forma de terminar esta etapa de la vida del estadio Lolo.

En el año 1996 Lolo murió. En el estadio que lleva su nombre fue debidamente homenajeado. “…no se va, no se va, Lolo no se va…”, cantaba  la popular embargada en un éxtasis especial ante lo irremediable. El féretro iniciaba  su paso por la Trinchera y los cuerpos de los hinchas se juntan más que nunca en uno solo. La gente grita y salta como nunca se había visto. Los hinchas van humedeciendo sus mejillas por el paso del cajón cargado y homenajeado por todos. Indudablemente se estaba yendo un pedazo de historia merengue, un ídolo infinito que vibró hasta el final con el equipo de siempre.  Los brazos se alzaban cada vez con más fuerzas por tocar al hombre que le dio vida a una letra: la “U”. Ya no sería la misma, se haría más fuerte con el pasar de los años.

Hoy  Lolo Fernández luce frio, con la cancha de tierra casi congelada. El Jr. Jorge Chávez del distrito de Breña cargada de historia recibe a sus nuevos invitados a la historia. La piscina en desuso y la cancha de grass sintético de su costado con nuevas esperanzas. Allí practican los menores y aficionados. Los camerinos siguen allí, los que algún día albergaron a las grandes figuras del deporte popular en nuestra ciudad, permanecen cumpliendo la misma función. Las pinturas casi desteñidas por el paso de los años pero con la fuerza y mística del lugar que albergó a hombres que le dieron sentido a un grupo de personas. El estadio permanece intacto en cuanto a su fuerza y entrega por parte de los hinchas. En la entrada hay una inscripción que advierte que no se permite la entrada con una diferente a la crema. No solo es la camiseta, sino el corazón.


En mi visita al Lolo



martes, 9 de noviembre de 2010

Mi sitio

Mi lugar está en el centro de las carpetas unidas de dos. Mis ojos chocan exactamente en el agujero de vidrio que hay en la puerta. Mis pupilas se dirigen directamente hacia el frío piso con barandas grises. Mis sentidos enfocados únicamente hacia ese pasillo, delgado y frío como la mañana.

Seres comunes pasan por allí, pero yo solo espero a uno. Aquel ser que puede pasar el tiempo leyendo no se qué acostado en las gradas. Sus ojos rasgados se abren y cierran denotando el cansancio que produce el día a día, se van moviendo de un lado a otro constantemente. Sus pies sueltos con zapatillas grandes y los pasadores anchos.
Lo veo, desde aquí lo veo. Es fácil, solo levanto la mirada y aparece. Tan grande, tan distinto, tan él mismo.
Desde aquí, toda la mañana lo busco, busco sus ojos, tan pequeños como dos canicas, tan brillantes como la luna, tan lejanos como una estrella.  
Veo también su boca tan perfecta, su dentadura especial, pero perfecta. Su sonrisa tan llena de energía y frescura. Su expresión tan dulce que me enternece.Sus mejillas tan suaves y blandas como un peluche.

Desde aquí puedo verlo. A solo diez pasos está tranquilo, lento, ignorándome. Ignorando mi presencia, mi existencia. Ignorando las cosas que escribo por él, para él. Ignorando todo el mundo que he creado en mi cabeza.

Una sombra. Ahí viene!  No! no era él. Eran otras personas que pasan sin imaginar que las veo. Pasan caminando como en las nubes. Y yo desde aquí, lo espero. En mi aburrimiento lo espero. Tan solo quiero verlo. Tan solo espero que mis ojos capten esa extraña combinación de colores. Tan solo espero que su cuerpo aparezca de nuevo entre mis pensamientos. Lo espero, lo espero y duermo, sueño,sueño.